Páginas

jueves, 3 de agosto de 2017

El adiestramiento imperfecto


El adiestramiento comenzó pronto. Antes de que le salieran los dientes de leche, Maribel había aprendido a balbucear como un mirlo para ser correspondida con las carantoñas de amigos y parientes. Sabía del gusto de la gente por ver sus mofletes ligeramente sonrojados así que los raspaba entre sus sabanitas de lino al oír el timbre de la casa que anunciaba la visita. Por las noches, sus padres se deleitaban con sus ojos azules, algo saltones pero dulces. Hacía algunas semanas había comenzado a ensayar la mirada de angelote de iglesia y esperó al día de Navidad para compartirla.


Texas Artist Laurie Justus Pace



Qué criatura. Los vecinos no habían visto nunca algo igual. Qué no haría con seis añitos. Maribel creció como un potro, sólo que en su caso no hubo que esperar a que cumpliera los tres para enseñarle a sufrir con gracia el acicate de las espuelas. Tenía el nombre que debía tener, el de su abuela paterna, igual que su hermana tendría el nombre que le correspondería, el de la materna. En esa casa jamás un hilo se desprendió de su botón.

Lo sabía muy bien Berta, que amaba a Maribel sobre todo por las noches. Cuando nadie la miraba y la niña se atrevía a tartamudear entre sueños sílabas sueltas. Por el día era distinto. Había que aguantar a toda esa gente asombrada por el comportamiento de la señorita aún en pañales. “Qué buena suerte tienen sus padres. Una niña así sin duda es una cuestión de suerte”.

¿Buena suerte o mala suerte? A qué se referían. Berta se mordía la lengua cada vez que escuchaba esos chismes. Si supieran que la pobre 
sólo se atrevía a toser delante de ella…o que encogía los dedos de los pies para disimular que se le habían quedado pequeños los zapatos.

El sabor a lavanda de la casa se truncó el día del eructo. Maribel tragaba con avidez su biberón y en un descuido cerró los ojos. Se sintió etérea como una minúscula semilla de diente de león elevándose al aire cuando alguien la sopla.  

“¡Ay Berta! ¿Qué le pasa a la niña? No respira. Está quieta..."

El cielo se despertó con un trueno y la casa de Maribel se partió en dos como una corteza vieja.