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jueves, 11 de diciembre de 2014

Noche psicológica

Sucedió ayer. Ayer perdí de vista la pierna derecha y aún siento el vacío. Caminaba por la calle por la que siempre regreso a casa sin demasiada prisa, como esperando un milagro de miércoles que me hicera despertar.  

Ahí está la papelería; cierran tarde. La parada de autobús sin marquesina ni gente. El adoquín levantado. La residencia de estudiantes con motos fluorescentes en la entrada, y un poco más adelante el Steven. Me gustan los nombres de bares. A menudo la palabra elegida es inversamente proporcional al glamour que encuentras dentro pero todo esto tiene algo de fascinante. Igual que los nombres que se ponen a los bebés. Los hay que desprenden purpurina y fuegos artificales. Son elecciones donde uno proyecta anhelos y sobre todo carencias.  ¿Por qué los del Steven habrán llamado así al Steven? Tal vez por Steven Spielberg. O por Steven Gerrard el jugador del Liverpool. O simplemente porque el dueño es un escocés que tuvo claro que en Madrid tenía que tener su propio ‘bar Manolo’. Es una pena que no hubieran añadido un par de sílabas. Lo habría llamado Estevenson, en recuerdo del padre de El extraño caso del doctor Jekyll y Míster Hyde.  Qué mejor elección para homenajear a los neuróticos de personalidad escindida. Esta ciudad es portadora de cientos.

Echo una mirada por la cristalera. Veo señoras de cierta edad que catalogo como naranjas en conflicto: matarían por quitarse la cáscara de encima, es decir, por perder corporeidad en favor del jugo. Ahí están esos  hombres de barriga desplegada y canas expertas en barras.  Beben ron fundalmentalmente en vasos de tubo. Todo el que llega deja el abrigo o las bolsas en el perchero de la entrada y corre a unirse al resto, como si tuvieran que encontrar el niño de la clase que les ha prometido el cromo que les falta.   

Los hielos no se habían derretido aún cuando siento que algo me roza la chaqueta. ¡La pierna! La furgo que la ha arrollado desaparece entre la oscuridad.  No veo nada.  Pienso en llamar al Samur. Pienso en que quizá alguien la podrá coser. Pienso que este bar debería cambiarse de nombre. 


Delante del Estevenson. Noche psicológica de horror




miércoles, 26 de noviembre de 2014

La parpaja

Las empresas deben empeñarse en disponibilizar (palabra retorcida que no recoge el RAE) sus recursos, técnicos y humanos; los trabajadores, en eficientar (tampoco figura) las herramientas  que les ofrece su puesto en la oficina. Y así es cómo todos ganaremos en comportamiento actitudinal (¿Verdadera o Falsa? Verdadera, pero ciertamente fea)

Uno se mueve con demasiada frecuencia en ambientes que son difíciles de clasificar. A veces la densidad viene de las personas mismas, a las que te gustaría meter el dedo en el ojo, remover suavemente y aún con esas algo te dice que mantendrían la mueca plana, el dolor ausente. Otras son las cortinas, mártires de poliuretano que quieren dejarse arrastrar por la gravedad y no pueden. También hay barrotes levantados con palabras que una mano recoge en una esquina cualquiera para lucirlas en descapotable.





Y entonces sólo cabe rendirse, dejar que los pies se abran a cada lado porque ni siquiera la voluntad más obstinada comprende algo de todo aquello. Natural que el cerebro salga por patas.

Ajá, una parpaja. Este insecto ha cruzado la M-30 sorteando toda suerte de obstáculos para llegar hasta aquí intuyendo que no volverá a  saltar entre cañas de cebada. 

( 'Parpaja'; voz ausente en el RAE. La diferencia:  el nombre no aprisiona al nombrado)




miércoles, 12 de noviembre de 2014

El milagro, el accidente

Será este un post desordenado. La consecuencia de retales desprovistos de su coordenada del tiempo  que por alguna razón había que convertir en traje.
 
11 de la mañana
He llegado arrastrando los pies al bar del camarero zen de dientes diminutos y sonrisa sincera. Aletea de un lado para otro entre cruasanes y panes muertos. De este sitio lo único bueno es el café, mejor en trago corto. Abro una revista: San Francisco en dos calles. ¡Allí está I! Me la imagino como una habitante más de la ciudad entramado de permanentes transformaciones.
 
¿Volverá?
 
Unos días después
I. me confirma lo que ya sabía. De pronto los horarios, la comida, la gente sin partida de nacimiento le devuelven a la etapa universitaria. La diferencia es esa capa fina bien pegada al cuerpo, imperceptible para el ojo humano. A veces lo llaman experiencia.
 
A los dos días
Me llegan algunas fotos de I y me pongo de buen humor viendo Cuarto Milenio (¿). "Hay una posibilidad entre un diez seguido de dos millones seiscientos ochenta y cinco mil de que cada uno de nosotros exista" . Habernos conocido no es un accidente, sino un milagro.
 
I. no es cualquiera. Usted tampoco anónimo lector.
 
 
 

 
 
 
 


lunes, 27 de octubre de 2014

martes, 14 de octubre de 2014

Las llaves

Las llaves de casa en el coche. El coche dormido en la calle: en una. Al final entro porque el subconsciente siempre guarda latas (y llaves) por si vienen jornadas crudas. Tiro los zapatos, fuera la capa y dentro la sopa. Una cebolla partida: qué haces ahí. Te recordaba en la mesilla de noche, desepejas la nariz. Hay que volver. ¿En coche? no, que está en el parking. Caminando también se llega. Respiro, camino.Todos los días mueren árboles.



jueves, 9 de octubre de 2014

El vergel de Carmela



Carmela aparece como Pedro por su casa y no le puedo recriminar la desfachatez porque es frescura. Anuncia que llega a las nueve, pero luego se le hacen las diez. Anda siempre Castellana arriba Castellana abajo, y de vez en cuando creo comprender la genialidad que resulta entre su intelecto eléctrico y las concesiones neuronales al silencio del buen retiro.  Carmela es la concreción material de que los extremos se acarician y conjuntan bien. Como cuando se viste con blusón y pantalón negro y remata el look con zapatos de purpurina dorada. Todos la conocen por su nombre corto, que en hebrero significa jardín de Dios. En realidad le pusieron al nacer Carmen Maximina, vergel de vocales abiertas donde echó raíces la Carmela de ahora. Más sencilla. Es el change to change, (lo dice en su perfil de whatsapp) y si quieres te lo explica en español, porque guarda las formas de la modernidad bien entendida. “Mi animal preferido son las hormigas, me flipan. Taca taca taca taca. Todos los días: taca taca taca taca… En fila. Disciplina y movimiento”. Nos tomamos algo en el Cock y observo su pelo corto bien ajustado a la forma del cráneo; las gafas de pasta que pese a sus dimensiones no le entorpecen la mirada, y pienso que así, a sorbos irregulares pero frecuentes, nunca había visto a nadie beberse un Martini.



“Nada pueden bombas, rumba la rumba la rumba donde sobra corazón,
¡Ay Carmela!”



viernes, 26 de septiembre de 2014

Leche en polvo

Esta mañana el pederasta ha desayunado café con leche en polvo y unas galletas. Ha pedido que le cambien las esposas porque le apretaban los músculos. A estas horas algunos medios estarían dispuestos a recoger sus heces y evaluar el grado de descomposición, no vaya a ser que queden restos libidinosos que den para otra tertulia. Su casa es de ladrillo: como todas. Pero hasta lo mundano puede resultar extraordinario si se somete al yugo de la repitición, al comentario en tono agudo de rostros parlantes (los hay por miles). Ahora andan detrás de las abuelas que llevan a los niños a los parques para ver asomar sus garras entre los mandiles de diario. Es el turno de la precipitación y las cámaras -espejos públicos, de qué- que aguardan apostadas en las calles para llevar a los hogares la señal de la venganza. Sin darnos cuenta nos hemos convertido en aquellos que vemos. 

martes, 16 de septiembre de 2014

Canon



Ayer me recordaron que los artistas componen cuando andan depresivos. Que la creatividad es una viuda que encuentra consuelo en la imperturbabilidad de la bruma. La tos enguarra el lienzo en los días lentos y el intelecto comprende que no queda más remedio que escupir la flema. Dicen que hace falta una depresión honesta para urdir los dedos en arcilla y descubrir la fisionomía de la verdad. Qué diferente debió ser la inspiración de los empresarios y banqueros que estos días mueren desprovistos de niebla y polvo. El éxito les encontró siempre lúcidos y templados. Tranquilos como el dedo despreocupado que interpreta un repetitivo canon. Y quién discute ahora que eso no fue también música. 


jueves, 28 de agosto de 2014

La huida



Salivamos la impaciencia de los matones que esperan el crimen. Aúlla el calor y nos convertimos en seres mortecinos en busca de algo que no sabemos dónde buscar. Agua que infla el estómago pero no sacia. En las calles no quedan niños (adónde irán los que no nacen) , sólo ancianos de venas violáceas y este jadeo de terral. 

Agosto, vete  de espantada y probablemente caminaremos con los pies igual de hinchados pero redimidos. Cueva para el letargo, mes mohíno que pisotea flores y propicia el llanto. No queda nadie quien te escriba, pero te mostraremos el camino de salida y sonarán flautas durante tres días.    

viernes, 22 de agosto de 2014

En este pasillo

Recuerdas a una de esas bailarinas que lleva años sobre la tele del salón en tedioso ensayo de la posición del arabesque de la escuela rusa. Total para qué, se preguntan. Tu lago de los cisnes no es más que este pasillo de baldosas que amarillean y ventanas cerradas a cal y canto que sin embargo conviertes en tablón de teatro, escenario de ilusiones que te gotean por la falda de tul blanco. Purificación: no existe un nombre más exacto para recogerte en brazos. 

Acaso este lugar sólo es un pretexto para poner el alma a remojo y esperar tu particular ablución cuando caminan las horas y se acumulan los papeles con grapas y chirrían los teléfonos y se viene abajo una estantería de contabilidad y comienzan a humear las ventanas de quienes no pueden aguantarse las ganas de fumar y se entremezclan las voces por el túnel de la escalera de los que suben a tomarse el café con leche en la octava planta.  
  
Entonces asomas la cabeza por la puerta de tu despacho y creo ver palomas blancas que te acompañan al cuartito de la fotocopiadora. Anuncian tu nombre y sales del camerino con la frente ancha. Extraña bailarina de talones sobre el suelo. 




jueves, 31 de julio de 2014

Otra chica normal

Su hermano le avisó. Se lo dejó claro desde el principio: Andrés, las italianas guardan al demonio debajo de la falda y no tardan en sacarlo a pasear. Tú -quien quiera que seas: el novio, el carcelero, el amante- ya has fallado en esta misión llamada a convertirse en la etapa contingente de las decisiones más transcendentales de la vida (según ella) o en un símbolo de la bonita fricción entre naciones (para ti).

La cuestión es que ella esperará que le lleves el desayuno a la cama como prueba de tu sometimiento; aguardará con falsa paciencia flores frescas en la primera semana y evaluará con minuciosidad científica si aprecias la personalidad acurrucada de sus amigas.  

Pero por su puesto nada de esto sucederá en realidad, porque tú y yo sabemos que las migas incordian en la cama: en el catre solo tiene sentido el polvo, es una verdad absoluta como que las rosas son material exclusivo del santuario de las madres. 

Presta especial atención a esto: cuando menos te lo esperes una pandilla de hienas se te tirarán al cuello hasta reducir tus amables adulaciones a una chuletada de porquerías y supuestas intenciones lascivas que tal vez te hayan rondado la cabeza, vale, pero sólo como un ejercicio de interés cultural. Que no te confundan.


A los quince días la italiana de la que no sabemos su nombre le agarró de la camisa en un restaurante mejicano y antes de que éste pudiera terminar la acción decidida de levantarse de la mesa y salir por la puerta la furia morena gritó más allá de sus pulmones: Spagnolo idiota, tú no me dejas, io te estoy dejando a ti.

Anochecía cuando Andrés se sorprendió en el parque rumiando palabras sueltas y pisando las sombras proyectadas de las farolas con las manos metidas en los bolsillos del vaquero. Se dio cuenta de que su amago de relación con la italiana se parecía demasiado a aquel aotro conato frustrado con la polaca. Ah, ángel rubio de textura alcohólica. Sonámbula. Adicta. Eufórica. Excesiva. Se llevó las latas de atún en aceite. La pasta de dientes. La Esquire de abril y los ciento cincuenta euros que cazó en su cartera. Y dónde estaría ahora: tal vez hubiese regresado a su país, pero él la imaginaba vaciando el champú de otro incauto. 

A las once los de seguridad le invitaron a marcharse, pero no tenía ganas de deprimirse en el sofá de casa, así que se sentó en un banco cualquiera y pasó el resto de la noche en alerta con los gemelos en tensión, como esperando la señal para echar a correr si se le acercaba otra chica normal. 

jueves, 17 de julio de 2014

Finis terrae

Cuando los romanos llegaron a la Península pensaban que el Miño era un río embrujado y que tras él, escondido entre la niebla, estaba el final de la Tierra, un enorme acantilado que les mandaría al vacío. A la nada más absoluta. Para las revistas de historia se trataba sólo de un pueblo ingenuo y asustadizo ante una naturaleza de formas sinuosas. Pero ese brutal impacto nos define y quizá algún día lleguen a confirmar que forma parte del genoma humano y es la principal razón por la que huimos de lo desconocido. En cada uno de nosotros habita un pálpito de finis terrae.

miércoles, 16 de julio de 2014

Praia de Ancora

Cuando leas este correo será de día, aunque lo estoy escribiendo de noche. Le daré a la tecla de 'Enviar' por la mañana, y así cuando despiertes será como si una gaviota de Praia de Ancora hubiera cruzado el Miño a oscuras solo para que llegue ahí.








Me han picado los mosquitos en la frente y cerca de los tobillos. Aún no me he bañado en el Atlántico y  quizá no llegue a hacerlo. El agua oceánica es como una catedral que no puedes dejar de mirar.  Las olas tienen una cadencia irregular y jamás lamen la arena porque Zeus las engulle antes de que el golpe alcance a las lubinas que salen a pasear de noche. La orilla es el fuerte de los bañistas que miran con respeto; y al hacerlo se pierden entre las vidrieras azules y el áurea celestial que envuelve siempre las cosas que anhelamos aunque no las comprendamos bien del todo.











jueves, 10 de julio de 2014

La buena quietud



Juzgamos tanto más por los silencios que por las acciones. Oscar Wilde se dio cuenta hace dos siglos y escogió a la encantadora Lady Allonby para materializar la idea de que la quietud resulta a menudo nauseabunda. “Ernest es invariablemente tranquilo. Ésa es una de las razones por la que siempre me pone nerviosa”. Y apuntala su emoción con una aseveración que cae a plomo en las manos del que sujeta el libro: “Nada hay tan inaguantable como la calma”. 

La templanza y la parsimonia se parecen, pero no son hermanas de sangre. La elección de no hablar o la predilección por tragarse el sonido es voluntaria, a pesar de que desconcierta a tres cuartas partes de la humanidad, obstinadamente tendente a  acercarse al abrevadero de la conversación ligera de ascensor, o peor  a contar su vida en historias finas: un suceso por loncha allá por donde pasan. 

El parsimonioso, en cambio, resulta flemático. Es ahorrativo en el gesto y se queda corto en los sueños. Eso sí, habla. Incluso da buena conversación pero, como resume la señora Allonby, hace años que no se le escucha.