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jueves, 30 de mayo de 2013

Le robaron el nombre

30/05/2013

Le debieron de robar el nombre al poco de nacer. Pero Patro sabe que ella al principio fue Patricia. De eso hace muchos años. Al poco de caer de la cuna la vida le fue acortando el nombre en cada curva hasta quedar reducido al apodo tonto. Al apodo absurbo. Al rótulo triste de una gasolinera sin tarjeta de puntos oro.

Todas las tardes siento a Patro moverse por aquí. Tararea bajito mientras le susurra a la fregona los zurcidos  para el uniforme o el turno que se le pasó al otro martes en la carnicería.

"Las mujeres siempre estamos de acá para allá y claro eso es lo difícil, estar en todo. Yo aprovecho los fines de semana para ir al mercao ¿sabes? Y por semana le pongo a Antonio una nota con alguna cosa y le acompaña mi hija la mayor, porque si no va la hija...La mayor."

Y lo deja estar. Tira el agua del cubo por el retrete y se rehace la coleta para salir a la calle. Tal vez en busca de una curva que le devuelva el nombre y se lleve la lejía.  

lunes, 27 de mayo de 2013

La madre de Pati

27/05/2013

Fue lo que más me gustó de esa tarde. Tenía seis años y me ruboricé al ver a una mujer tan guapa. No había visto muchas así. Caminaba por su casa como descalza, levitando sobre unas bailarinas veige rematadas con un cordón azul. Llevaba una falda recta que le resaltaba la cintura y una camisa que no podría definir. Sólo sé que se le intuían sus brazos delgados, largos bajo esa gasa ligera con efecto hipnotizante.

Su pelo era trigo recogido en una coleta. Sólo algún mechón indómito amenazaba con desestabilizar su mirada a mar abierto.  

No recuerdo si jugamos con las barbies o si intercambiamos cromos con ansiedad. Pero recuerdo a la madre de Pati

martes, 21 de mayo de 2013

Tomas sin acento

21/05/2013

Se llamaba Tomas. Tomas sin acento. Cuando le conocí tenía los ojos cerrados. Dormía lento. Tomas no hacía ruido. No apretaba los dientes y tampoco apoyaba la cabeza en el respaldo de la furgoneta que va tomando pasajeros por la carretera que une la misteriosa Tulum con los puestos callejeros de Playa del Carmen.
 Era un hombre mayor, pero no un anciano, de manos pequeñas y dedos gruesos. Imaginé que trabajaba de jardinero o quizá manteniendo las piscinas de los turistas de la zona. Tomas volaba en su respiración con la boca entreabierta y el pecho elevado, como quien está a punto de comenzar a decir algo. 

Pero no lo hizo. Pasamos el bar de comidas de  Oscar y Lalo, el Delphinarium, las casas de paja frente al hotel Barceló y, entonces, cuarenta minutos después, los surcos de su cara comenzaron a desperezarse. Se le encendieron las canicas de los ojos, agua pura sobre su piel seca. 

Había llegado a casa. 

viernes, 3 de mayo de 2013

Brea

3/05/2013

Detesto la profundidad del verano y mucho más sus connotaciones. Entre junio y agosto la humanidad agacha la cabeza mientras intenta ir tirando con los mofletes de muslos y brazos portados en un juego extraño de equlibrio.

En Madrid el cielo se desploma sobre el asfalto y la brea emerge como el volcán mudo que todo lo engulle. También el cerebro

Pero las náuseas llegan antes. En el momento de enfundarse esa ropa interior de goma o silicona plastificada, igual da; las hay de los dos tipos. Este miércoles volvió a mí esa sensación. Frente al espejo, presentía el patinazo. Imposible poner orden entre todas aquellas adiposidades. 

Con las manos intenté recortar todo el tejido sobrante y soldar algún que otro hueso impertinente. Luego lo zurcí todo despacio. No había prisa.

Cuando terminé volví a mirarme en el espejo. Sólo quedaba lo bello. Los lunares a juego con el bikini