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jueves, 28 de agosto de 2014

La huida



Salivamos la impaciencia de los matones que esperan el crimen. Aúlla el calor y nos convertimos en seres mortecinos en busca de algo que no sabemos dónde buscar. Agua que infla el estómago pero no sacia. En las calles no quedan niños (adónde irán los que no nacen) , sólo ancianos de venas violáceas y este jadeo de terral. 

Agosto, vete  de espantada y probablemente caminaremos con los pies igual de hinchados pero redimidos. Cueva para el letargo, mes mohíno que pisotea flores y propicia el llanto. No queda nadie quien te escriba, pero te mostraremos el camino de salida y sonarán flautas durante tres días.    

viernes, 22 de agosto de 2014

En este pasillo

Recuerdas a una de esas bailarinas que lleva años sobre la tele del salón en tedioso ensayo de la posición del arabesque de la escuela rusa. Total para qué, se preguntan. Tu lago de los cisnes no es más que este pasillo de baldosas que amarillean y ventanas cerradas a cal y canto que sin embargo conviertes en tablón de teatro, escenario de ilusiones que te gotean por la falda de tul blanco. Purificación: no existe un nombre más exacto para recogerte en brazos. 

Acaso este lugar sólo es un pretexto para poner el alma a remojo y esperar tu particular ablución cuando caminan las horas y se acumulan los papeles con grapas y chirrían los teléfonos y se viene abajo una estantería de contabilidad y comienzan a humear las ventanas de quienes no pueden aguantarse las ganas de fumar y se entremezclan las voces por el túnel de la escalera de los que suben a tomarse el café con leche en la octava planta.  
  
Entonces asomas la cabeza por la puerta de tu despacho y creo ver palomas blancas que te acompañan al cuartito de la fotocopiadora. Anuncian tu nombre y sales del camerino con la frente ancha. Extraña bailarina de talones sobre el suelo.