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jueves, 9 de octubre de 2014

El vergel de Carmela



Carmela aparece como Pedro por su casa y no le puedo recriminar la desfachatez porque es frescura. Anuncia que llega a las nueve, pero luego se le hacen las diez. Anda siempre Castellana arriba Castellana abajo, y de vez en cuando creo comprender la genialidad que resulta entre su intelecto eléctrico y las concesiones neuronales al silencio del buen retiro.  Carmela es la concreción material de que los extremos se acarician y conjuntan bien. Como cuando se viste con blusón y pantalón negro y remata el look con zapatos de purpurina dorada. Todos la conocen por su nombre corto, que en hebrero significa jardín de Dios. En realidad le pusieron al nacer Carmen Maximina, vergel de vocales abiertas donde echó raíces la Carmela de ahora. Más sencilla. Es el change to change, (lo dice en su perfil de whatsapp) y si quieres te lo explica en español, porque guarda las formas de la modernidad bien entendida. “Mi animal preferido son las hormigas, me flipan. Taca taca taca taca. Todos los días: taca taca taca taca… En fila. Disciplina y movimiento”. Nos tomamos algo en el Cock y observo su pelo corto bien ajustado a la forma del cráneo; las gafas de pasta que pese a sus dimensiones no le entorpecen la mirada, y pienso que así, a sorbos irregulares pero frecuentes, nunca había visto a nadie beberse un Martini.



“Nada pueden bombas, rumba la rumba la rumba donde sobra corazón,
¡Ay Carmela!”



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