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miércoles, 12 de noviembre de 2014

El milagro, el accidente

Será este un post desordenado. La consecuencia de retales desprovistos de su coordenada del tiempo  que por alguna razón había que convertir en traje.
 
11 de la mañana
He llegado arrastrando los pies al bar del camarero zen de dientes diminutos y sonrisa sincera. Aletea de un lado para otro entre cruasanes y panes muertos. De este sitio lo único bueno es el café, mejor en trago corto. Abro una revista: San Francisco en dos calles. ¡Allí está I! Me la imagino como una habitante más de la ciudad entramado de permanentes transformaciones.
 
¿Volverá?
 
Unos días después
I. me confirma lo que ya sabía. De pronto los horarios, la comida, la gente sin partida de nacimiento le devuelven a la etapa universitaria. La diferencia es esa capa fina bien pegada al cuerpo, imperceptible para el ojo humano. A veces lo llaman experiencia.
 
A los dos días
Me llegan algunas fotos de I y me pongo de buen humor viendo Cuarto Milenio (¿). "Hay una posibilidad entre un diez seguido de dos millones seiscientos ochenta y cinco mil de que cada uno de nosotros exista" . Habernos conocido no es un accidente, sino un milagro.
 
I. no es cualquiera. Usted tampoco anónimo lector.
 
 
 

 
 
 
 


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