Ayer me recordaron que los artistas componen cuando andan
depresivos. Que la creatividad es una viuda que encuentra consuelo en la
imperturbabilidad de la bruma. La tos enguarra el lienzo en los días lentos y
el intelecto comprende que no queda más remedio que escupir la flema. Dicen que
hace falta una depresión honesta para urdir los dedos en arcilla y descubrir
la fisionomía de la verdad. Qué diferente debió ser la inspiración de los
empresarios y banqueros que estos días mueren desprovistos de niebla y polvo. El éxito les encontró siempre lúcidos y templados. Tranquilos como el dedo despreocupado que interpreta un repetitivo canon. Y quién discute ahora que eso no fue también música.
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