Cuando leas este correo será de día, aunque lo estoy escribiendo de noche. Le daré a la tecla de 'Enviar' por la mañana, y así cuando despiertes será como si una gaviota de Praia de Ancora hubiera cruzado el Miño a oscuras solo para que llegue ahí.
Me han picado los mosquitos en la frente y cerca de los tobillos. Aún no me he bañado en el Atlántico y quizá no llegue a hacerlo. El agua oceánica es como una catedral que no puedes dejar de mirar. Las olas tienen una cadencia irregular y jamás lamen la arena porque Zeus las engulle antes de que el golpe alcance a las lubinas que salen a pasear de noche. La orilla es el fuerte de los bañistas que miran con respeto; y al hacerlo se pierden entre las vidrieras azules y el áurea celestial que envuelve siempre las cosas que anhelamos aunque no las comprendamos bien del todo.
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