Salivamos la impaciencia de los matones que esperan el
crimen. Aúlla el calor y nos convertimos en seres mortecinos en busca de algo
que no sabemos dónde buscar. Agua que infla el estómago pero no sacia. En las
calles no quedan niños (adónde irán los que no nacen) , sólo ancianos de venas
violáceas y este jadeo de terral.
Agosto, vete de espantada y
probablemente caminaremos con los pies igual de hinchados pero redimidos.
Cueva para el letargo, mes mohíno que pisotea flores y propicia el llanto.
No queda nadie quien te escriba, pero te mostraremos el camino de salida y
sonarán flautas durante tres días.