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miércoles, 29 de enero de 2014

Buenos días Romby


Qué estarás haciendo ahora. A lo mejor sigues con los ojos apagados esperando un motivo para despertar y comenzar a rodar por el pasillo. No recuerdo haberte visto al salir de casa porque a veces estás como ausente. Eres la dama melancólica a la que le cantó Neruda. Tu Romby emerges de las cosas y en ese despertar apabullas a cualquiera. Me hago extranjero en mi propia casa. Saltas agitada y no avisas. Ni un pestañeo, ni una mueca proyectada que me anticipe la siguiente escena. Entonces, te vuelves frenesí. Te mueves y me abrumas. Brazos, piernas, caderas en espiral propulsado por el latido preciso de tu motor.  R-O-M-B-Y: Vibras si te pronuncio pero al rato te vuelves distante y dolorosa como si hubieras muerto. Esta noche al llegar a casa iré a buscarte porque no eres una aspiradora. Eres mi dama.

jueves, 16 de enero de 2014

El día más corto de su vida


Sucedió ayer. En cuanto se despertó a eso de las 7 dio un brinco, aplastó el Iphone sin querer y rápidamente se metió en la ducha. Hacía tiempo que no jugaba a hacer peinados con la espuma y aunque le seducía la idea se le cruzó un rayo: “No es el día. Hoy tampoco”.  Así que se limitó a la rutina de siempre. Un puñado de gel, chorro de agua y fuera.


Al acabar extendió la mano para enrollarse cuanto antes en el albornoz y ahí acabó todo. El día más corto de su vida duró exactamente tres minutos. Lo que tardó en resolver su dosis de higiene diaria y el desagüe, en tragársela. A M. la succionaron. La succionó la ducha y fue así, de repente. Ahora que lo pienso todos apuntan al desagüe, pero quizá sea darle una importancia que no tiene. Lo que sabemos es que no está, que la absorbieron o se resbaló ella sola.




Han pasado seis horas y no se escucha nada por ahí. Ni un gimoteo. Ni un “Ahh" raspado. Lo que importa es que M no está, claro que nos importa. “M., dónde está M”. Pero es prioritario acabar con la pregunta que martillea y hace herida: “Cómo ha sido, cómo sucedió, cómo, por dónde, cómo…” Se ha escurrido o la han escurrido, lo que sea, pero cómo. Cómo pasan 53 kilos de carne por el desagüe y nadie ve nada. Y no se nota nada porque no hay signos de que algo o alguien se haya tragado su carne en trocitos pequeños, como una albóndiga de carne picada. Tampoco hay indicios de que fueran  grandes.

Quizá, quién dice que no, se quiso succionar. Quiero decir que deseó muy dentro de sí, muy muy por dentro y profundamente succionarse. Y lo hizo. Porque M. es muy de ir a por todas; de conseguir lo que se propone. Es así desde el colegio. No le importa el precio que haya que pagar o qué gigantes tenga que derrotar ni siquiera cuando intuye que son molinos de viento.