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lunes, 5 de mayo de 2014

Soy un punto

El día en que se convirtió en punto se sintió extraña. Al principio sólo podía reír. Todo aquello era absurdo: de repente no tenía piernas; no tenía codos; no tenía nuca ...¡no era nada! Había mudado la piel en un ente vagamente dimensional estampado en un folio cualquiera de su mesa. "Soy un punto", se dijo para intentar creérselo. "Soy un puto signo de ortografía, una bola negra milimétrica, un pegote”.

Pasaron las horas y dejó de sentir el torrente de sangre que normalmente envolvía su dedo gordo. La respiración se hizo cada más lenta, más profunda. Sintió angustia. Pavor y después frío. Era lo más cerca que había estado del miedo. Con el siguiente latigazo se hizo consciente de su diminuta superficie y se imaginó qué aspecto tendría desde fuera. Qué ocurriría si alguien cogiese ese folio y se pusiera a examinarla. Qué pensarían de sus trazas. "Menuda pinta…”

Después de algunos días se acostumbró al papel en blanco y ya no le parecía un mal lugar para vivir. “Es mi sitio”.  Esa noche intentó relajar la mente y deshacerse de los planes fantasiosos para emprender la huida. Qué pérdida de tiempo: ni siquiera tenía una navaja, por no hablar de que ahora medía dos milímetros, así que su supervivencia fuera del papel era francamente imposible.

Aceptó su nueva condición y se esforzó al máximo en mantener despejadas las fosas nasales. “Tengo que respirar, es lo único que importa”. Con esa idea cerró los ojos y se levantó de mejor ánimo al siguiente día.



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