1. Los eventos jamás empiezan a la hora porque siempre hay alguien más importante que el último hombre importante que entró en la sala al que se debe esperar.
2. Las mesas redondas (formato pensado para que varias personas intercambien opinión sobre un tema) son en realidad monólogos encadenados en torno a un tablero rectangular.
Martin Ley Ussing |
4. La cortesía asfixia. La retahíla de saludos y agradecimientos a autoridades, colegas o visitantes es inversamente proporcional a la lucidez del orador. No falla.
5. Antes de comenzar una intervención, todas las excusas se dan por buenas. Lo hipster pasó de moda, hay que parecer humilde. "No soy ni mucho menos la persona más indicada para hablar del tema". "No me corresponde a mí el honor de abordar este asunto". "Sin duda hay otras voces más autorizadas".
6. El arrebato emocional por sentirse escuchado puede derivar en embelesamiento. Se han registrado casos de éxtasis.
7. Cunde la creencia de que las palabras rimbombantes mejoran si se enharinan en ostentosidad y yema de huevo. Testado.
8. La búsqueda de la precisión acaba con frecuencia en bulimia; léase chorro dialéctico sin sentido. (Si lo singular es específico y por ende particular ¿tiene sentido amontonar todas estas palabras en una frase?)
Gilberto Frometa |
9.El orador es pertinaz. Si lo anterior no le funciona prueba con las generalidades u obviedades arrancadadas de la naturaleza.
10. Se cree que para que un acto sea "de primera magnitud" ha de contener al menos un tópico, un refrán o un proverbio anónimo. Si no, está la alternativa del clásico cierre: "Disculpen, hemos empezado tarde, se nos ha ido el tiempo y ciertamente nos hemos olvidado hasta de comer, tendrán ustedes hambre".
11. Si pasas del punto cinco ahórrate el sufrimiento. Recoge tus cosas y vete a casa.
He aprendido II
He aprendido I