Muy de mañana salieron del agua dos hermanos de sangre y sal. Idénticos peces en fugitiva impresión sobre la boca entreabierta del mar. Jugaron a ser ángeles aleteando sobre la nieve. Jugaron a ser gaviotas. Jugaron hasta hartarse y morder la arena con los dedos de los pies. Corrían, aullaban en una lengua extraña. Espaldas y glúteos cincelados en brisa.
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