No sé cómo he llegado aquí. Hace un rato -media hora, tal vez- estaba arrastrando los pies por el falso verano y de pronto tuve un espasmo, un latigazo que me recorrió desde el cerebelo hasta los pulgares de los pies.
"Qué mala suerte: pensaba que la panadería estaba aquí...". Y no estaba. Estaban las aceras, las farolas, tiendas que reconocía, pero no la panadería de dos metros y medio acristalada como una acogedora pecera.
Volví sobre mis pasos, repetí el recorrido y sólo me encontré a mí. "Aquí estoy yo, pero...dónde está la dichosa panadería". Me pareció una jugarreta increíble. "Universo, ¿me escuchas? Tengo prisa. Que acabe el juego ".
Cerré los ojos para quitarme la calima urbana. Di una vuelta más y tras pensarlo entré en aquel lugar y me la jugué: "Una barra integral, por favor".
"Badla integral, xincuenta xentimos, glacias", me respondió ese ser del que nunca sabré su nombre.
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