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martes, 23 de julio de 2013

¿Te podemos llamar Kenia?

En España no se toma agua con gas, mucho menos se pide. No se alquila porque lleva implícito tirar billetes de cien euros por la ventana y los niños están fichados por el móvil porque los padres son 2.0

Sólo un loco deja la silla del curro antes de las nueve. El porte es lo que la cáscara al huevo: si lo rompes te expones a que encuentren más clara que yema. 

El aire adquiere la categoría de acondicionado  si consigue frenar el riego sanguíneo y la tele se enciende todas las tardes para ver cómo se aparean los leones y las leonas de La 2. Lo dicen las encuestas.

Los calcetines se enrollan como una bolita en el cajón. Comer sin pan es hacer el bobo y el reciclaje está sobrevalorado: en el vertedero acaba todo junto, las sardinas al lado de los tarros de espárragos y el tambor de la lavadora




 
España es  de sus cosas. De sus nombres. De MaricármenesLeonores. De Manolos y Antonios con concesiones puntuales a cócteles tipo Kevin Jesús para mayor gloria de la mofa colectiva. 

Lo nuevo se absorbe si entra con pajita. Si no, simplemente hay que cambiarlo. De hecho se cambia

"Tienes un nombre muy difícil de pronunciar y  puesto que eres negra te llamaremos Kenia en la oficina. ¿Te podemos llamar así verdad?  

Gracias, Kenia".

Lo creamos o no hay más de una manera de doblar un calcetín



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